jueves, abril 21, 2005

Vuelo Nocturno - Cuento

Esa noche comencé de nuevo a volar, veía la casa en la que vivía, el camino que recorría rumbo a la universidad, las luces del alumbrado público encendidas, las calles vacías y de nuevo esa sensación del viento golpeando mi rostro, ese viento nocturno que a ratos se enreda entre los arboles viejos para hacerlos silvar y mantener despiertos a los niños nerviosos que estan esperando a que vaya el "Coco" a asustarlos. Di un giro y pase cerca a la casa de Ángela, una cuadra después me detuve, decidí regresar y asentarme en la rama más próxima a su ventana. La veía y la memorizaba, la acariciaba con mi memoria, su piel delicada, su aroma a amanecer, sus 16 años, sus caderas y los muslos cual columnas de templo griego, y sus senos discretos y delicados suficientes para que cualquier hombre admire su equilibrio y la armonía.

Recuerdo que sentí sus manos, que su delicado calor fue razón de este enamoramiento profundo y suavemente doloroso, que muchas noches y días estuvo a mi lado, que me contaba sus secretos y que yo sólo callaba y miraba queriendo decirle lo que mi corazón sentía, y sólo podía callar, pues de esa manera alargaba sus cuidados. Muchas veces venía a contarme del muchacho que conoció en el bazar del colegio y que ella por más cercana que estuviera a él, el "imbécil", pues no se puede llamar de otra forma a quien deje pasar de frente tal monumento a la mujer y no verse atraído, no sólo por su cuerpo, sino por los hoyuelos en su sonrisa y esa mirada que conseguía cualquier perdón; ese imbécil ni la notaba. Me contaba todo, lo incomprendida que era por sus compañeras al no querer arriesgarse a correr peligros innecesarios, y la vez que rompió en llanto porque su padre había decidido irse de la casa.

Fuimos amigos mucho tiempo, la verdad yo para ella fui su amigo para mí fue la mejor mujer con la que me he topado en la tierra; me cuidó y curó en su casa luego del accidente, fueron 2 meses de atentos cuidados y cariños, tanto que al final ya no quería irme de su casa y me hacía el enfermo para que dejaran que me quedara otro día más. En ocasiones me dedicaba a cantar y a deslumbrarla con las melodías que había aprendido un tiempo atrás. Fueron los 2 meses más recordados de mi corta vida, los mejores, los más vividos, los más intensos.

En estos momentos yo sé que me confunde con los demás, sé que mira al cielo buscándome, y sé que vuelve a mirar al suelo al lugar donde me encontró. Yo, yo no pude volver a volar de día después de recuperarme y desde entonces por más que trato de alejarme de ella, todas las noches cuando vuelo, paso por su casa, vuelvo y la memorizo, canto suavemente la canción que más le gustaba cuando me estaba curando y vuelvo a mi vuelo nocturno, buscando hallar otra en mi especie que pueda calmar este amor que siento por ella.

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