jueves, abril 14, 2005

Fórmula para Tiempos de Dureza

Por diferentes razones, por diferentes circunstancias a ratos el corazón se paraliza, se le olvida amar, se le olvida creer, se le olvida entregar; tal vez porque entregó mucho, creyó mucho y amó mucho y el receptor de tantos favores por alguna razón (conocidad o desconocida) dejó de estar interesado en estas señales. El problema es que el corazón y la mente siguen emitiendo y a pesar de que la mente para de emitir más rápido, el corazón continua emitiendo con demasiada fuerza (y a veces hasta logra convencer a la razón), pero independiente de esto, al no haber receptor lo sentido se envía al vacío, a la nada, a la indiferencia.

Definitivamente el problema no es del que se va, sino del que se queda, de alguna manera lo hemos vivido o nos lo han contado; quien se queda se encuentra en medio del desierto, de la nada, de la vía, de una ciudad desconocida, de un país extraño con otro idioma y donde nadie le entiende, donde ni él mismo se entiende. Se vaga mucho tiempo más muerto que vivo, peor que si hubiésemos sido resucitados del santerismo; pero en un momento mágico después de deambular ese tiempo maldito, de estar solo, o disimular estarlo, decidimos que es tiempo de amar, de abrazar, de vibrar, de entregarlo todo en un beso, de tomarse las manos con alguien y mirar lejos, de volver a creer; y los deseos pueden ser sinceros y hasta sensatos, lo duro es que ahora es el corazón el que entendió demasiado bien que amar duele y la razón no logra convencerlo de lo contrario y con justo convencimiento, ni él, ni nosotros queremos volver a apostar y perder; y a pesar de que así funcionen las cosas en la vida y la antigua técnica de sufrir para aprender sea usada hasta el final de los tiempos, el corazón, "nuestro corazón" se rehusa a volver a latir con la misma alegría ante el amor, deja de recibirlo como un perrito a su amo, agitándole alegremente la cola, talvez nuestro ventrículo izquierdo y derecho juntos se han vuelto un poco gatunos: sigilosos, cuidadosos, distantes, sagaces e independientes; talvez muy probablemente no volvamos a amar y no lo hagamos en un buen rato.

Ante tal enfermedad es que vengo yo a proponer una solución desde lo simbólico por supuesto, pero la verdad las personas que han y que hemos pasado por esto (y las que seguirán pasando hasta el final de los tiempos) deberíamos ponernos un pequeño prendedor en la ropa, o una pinza en el pelo las mujeres o un cordón de otro color en los zapatos, y así los compañeros de turno del gremio sabrán cómo tratarnos, cómo ayudarnos y hasta decidamos, entre compañeros del nuevo gremio, compartir soledades, besos y caricias sin contratos, que saben que no se van a romper que saben que no se van a cumplir, es de aclarar que los no son de este antiguo, conocido y estudidado gremio están destinados a sufrir con este sindicato de corazones helados, si es que de alguna manera se les puede llamar. Pero los del sindicato o gremio sabrán cómo tratar al enfermo temporal o definitivo, no le exigirán a cambio nada y sabrán que cualquier sonrisa que salga, realmente es un regalo desde lo profundo, desde la abismal indiferencia, la cual tiene más valor que la regalada cuando todo esta bien, cuando el cielo es azul y las nubes son de algodón.

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