sábado, enero 31, 2009

Desde mi esquina

Era la décima vuelta por la misma manzana, llevaba tiempo sin bañarme, las costras de mugre y el hedor eran mis compañeros, llevaba muchos años en la calle mirando cómo las personas se apresuraban a sus empleos, a engañarse a sí mismas teniendo encuentros furtivos con otra pareja, las madres jalonando a los niños de sus manos y otros niños manipulando a sus madres. La historia no cambiaba, los protagonistas eran los mismos, pero con distinta piel, color, sabor, olor, rostro, ropa y distinción. Pero en sí, los mismos, tomaba siempre las sobras de la calle, aunque hubo temporadas que por dignidad no lo hice, luego deje atrás mis escrúpulos y todo, todo lo imaginado me fue permitido.


El haber salido de mi casa me había regalado y me había quitado, era claro que toda decisión tenía consecuencias, pero unas buenas y otras no tan buenas, no todo es blanco o negro definitivamente, había visto como la MADRE VIDA, regalaba y apoyaba las decisiones tomadas aunque no las compartiera, vi amaneceres y atardeceres, lluvias, aguaceros y tormentas, fríos, calores, angustias y maldiciones, borrachos, putas, camiones, caballos, vicios y vendedores de vicios, tentadores y tentados, ladrones, jugadores, mentirosos, solapados, solapadas, esquivos, humildes, serviles, aplastados, aplastantes, soberbios y soñadores. Todos pasaban por mi esquina, muy pocos me observaban, pasaban pronto, lento o rápido, y ninguno cambiaba por más que fueran distintos los ritmos de los tiempos, los colores, las razas, las miradas, labios, los bordes, los trajes y las máscaras, solo a unos cuanto les ladraba, a aquellos que para sacarlos de su rutina de muerte la MADRE VIDA me inspiraba.

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