martes, junio 07, 2005

Inyección - Cuento

Por fin estoy aquí, después de meses, días, horas y minutos de agonía, me encuentro acostado en esta fría camilla, en esta fría habitación. Paredes planas y grises, un crucifijo que mira hacia el suelo tal vez sintiendo pena por mí y también por él. Luego de meses de investigación no logró demostrarse ni mi inocencia, ni mi culpabilidad, pero en este país es más fácil presumir culpables que inocentes. Me encuentro con el corazón lacerado por la injusticia, de rabia, mi espíritu lleno de oraciones al vacío reclamando que la verdad triunfe. Lo único que hice fue estar donde no debía; no seré el primero ni el último al que le pase eso, sólo que a mí ese error me costó la pena de muerte y el dejar mi vida a la mitad, mis sueños y metas.

Luego de confesarme y renegar con el sacerdote por esta vida que me tocó, me encuentro aquí, de frente al destino, como siempre lo he asumido. Han conectado el suero, y dentro de poco me aplicarán dos químicos, uno que me dormirá y otro que terminará con mi vida destrozando mi sistema nervioso y provocando un paro cardiaco que acabará con 35 años de feliz existencia y 10 de una lucha contra la injusticia.

Han pronunciado la sentencia: “El Estado luego de examinar las pruebas, de un juicio justo y declararlo culpable del asesinato de la señora Luisa Cardona, la cual fue hallada brutalmente golpeada hasta morir, lo condena a la pena de muerte por inyección letal, la cual será ejecutada hoy 20 de marzo de 2003”, han abierto el bypass para el sedante; me vienen pensamientos en el orden más inesperado es cierto, es cierto que la vida pasa ante nuestros ojos pero en el orden que el cerebro las siente, las recuerda o que el corazón las marca. La niñez, el beso de mamá, la vez que escupí desde el balcón y le cayó a una señora, cuando conocí a mi esposa, cuando termine la escuela, la confesión en la que dije que había tenido una experiencia sexual con una amiga de mi hermana. Comienza el sedante a penetrar en mi sangre y se empiezan a dormir mis pies, ya no siento las correas que atan mis manos y pies. El beso de aquella mujer que me consoló cuando mi esposa me abandonó, cuando aprendí a leer; Dios, las oraciones, el día rojo, la pradera azul, la vez que soñé que moría y todo era negro, la posibilidad de verme frente a la nada o al creador y verlos tan hermanos y tan distantes, el accidente, subirme al bus, besar los labios, Neo, el esquema anterior, la brújula, el puente. Ya casi ni me siento, ya no sé qué va a pasar, quiero ser dueño de mí mismo hasta el último momento. La vez que encontré a Luisa con su nuevo esposo en nuestra antigua cama, la ira, la rabia, la sangre y… recuerdo que la maté, por fin lo recuerdo, la brisa, el mar, la oscuridad, el día, la noche, la sangre, mi llanto, la muerte, la verdad, mi mentira, el fin, el comienzo, sus ojos, me duele el alma, el comienzo, la muerte, la muerte.

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