lunes, febrero 06, 2012

De frente (cuento)

Me gusta ver como a lo lejos los aviones al igual que los gallinazos caen hacia su presa, en el día puntos brillantes que llegan a gravitar en mi frente-occidente lejano, o en las noches luces que centellean alrededor del aeropuerto hasta desaparecerse en los puntos blancos, amarillos y naranjas de la plana cuidad.

Unos parten hacia el norte, sur o al occidente, pero muy pocos hacia este oriente de la metropoli, cuando se acercan el rugir inconstante de los motores surcan con fuerza el cielo y logran despertarme de mi sueño, imagino de todo: el madrugar de los pilotos y azafatas, las carreras y enfados de los pasajeros, el trasnochar de los mecánicos, la vida incansable de esos mini-pueblos donde aterrizan, la fuerza con que los motores desgarran el aire, y las aves migratorias mueren en sus fauces.

Pasan cerca de mi edificio, tanto que logro distinguir sus colores institucionales y otras veces solo dejan ver su panza lejana y plateada.

Sus luces me hipnotizan, paso horas mirándolos en la noche, relajándome, con la mente en blanco, o la mente en lleno, resolviendo, reteniendo, liberando, soltando, dejando ir el tiempo que me robaban las imágenes y tanta conectividad enfermiza. Este que se acerca es de una luz grande y blanca, creciente y rugiente, en ambos lados las luces de las alas, y su voz gruesa grita con rabia hacia la gravedad que se niega a dejarlo escapar, se acerca y su fuerza me hiela, se acerca y cierro mis ojos y noto que aunque trate de huir, de su encuentro no podré escapar.

No hay comentarios.: